
Reconozco que muchas veces hablé mal de algún profesor, por un motivo u otro. Estoy segura de que la gran mayoría nunca ha sentido simpatía por sus distinguidos maestros de escuela, pero en verdad, ¿es tan así?
Es cierto que muchas personas sienten cierta aversión por ir a la escuela, pero creo que es más una cuestión de costumbre, un mal hábito, la flojera de levantarse temprano, la flojera de hacer las tareas, o sea, simple flojera. Por qué me cuesta creer que las personas no tengan interés en aprender y saber más, somos demasiado cómodos.
Recuerdo las vacaciones de invierno o las de verano. Se hacían eternas. Esperando volver a la escuela. Tanto por ver a los compañeros, por las clases, aunque igual a los pocos días alegaba que las vacaciones se habían hecho demasiado cortas. Pero a mí me gusta aprender, me gusta estudiar y por ese motivo, a pesar de lo mucho que pelaba a mis profes, siempre sentía un gran respeto por ellos, en general, a la vocación de docente.
En la universidad a veces pensaba como cambiaba el trato con los profesores a medida que iba creciendo: de kinder a octavo era "la tía", de primero a cuarto era profesor/a o señor, y en
Pero, mis sentimientos (por favor, no se malentienda), eran bien complejos con un profe en particular. Mi profe de Simulación, que es mi profe informante de mi proyecto. Es que por una parte le tengo terror, porque de verdad resulta ser bastante pesado en algunas circunstancias, pero por otra parte, siento mucho respeto hacia él porque, honestamente, es "kapo" pa' sus cosas, y aparte de hacerme sentir avergonzada cuando un día me alabó frente a toda la clase cuando dijo que revisando mi certamen estaba seguro que iba pa'l 7, no recuerdo que palabra usó, pero en el fondo dijo que le había dado lata que me había caído en una pregunta, y por eso bajó mi nota.
También hablé con él cuando conversé con mi profesor guía, y no quería hacerlo, porque a pesar del respeto, igual predomina un poquito mi terror hacia él, por su particular modo de decir que lo que uno tiene hecho, está malo, y si bien mi trabajo no estaba malo, no era lo que tenía que hacer, y obviamente, en su particular modo, me lo dijo.
Estoy segura que muchas de las palabrotas que hechamos hacia los profesores son simplemente de la boca hacia fuera. Ahora, no digo que no existan profes que no se las merezcan, porque es verdad que en muchos casos, los profes, tanto ellos como sus métodos de enseñanza quedan en deuda en un 99,9% de las veces; pero en general, respeto mucho la vocación de docente. La paciencia que tienen en enseñar y sobre todo, esto último, enseñar, el dar conocimientos que siempre serán uno de nuestros más grandes tesoros.
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