domingo, 18 de noviembre de 2007

Sin presión, mejores resultados

Estando en el liceo, tuve que dibujar una cascada y pintarla con témpera. La noche anterior a entregar el trabajo estaba al lado de la mesa, con una hoja en blanco al frente, sin tener la menor idea de cómo iba a empezar el dibujo, ya era de noche y no se me ocurría nada. Al final, opté por tomar el pincel y comenzar a pintar y pintar, sin bosquejos ni nada, aún así, no estaba urgida ni estresada, sino en paz. Empecé a dar pinceladas al papel, con el fin de cumplir la tarea.
Finalmente, me encontré con un dibujo que, al verlo, reconozco me gustó, pues se entendía lo que era. Lo dejé para que se secara y al otro día lo tomé y me fui a clases. Con cierto temor se lo entregué a la profe y ésta no me dijo nada, sino que lo observó un momento y lo guardó. A los días siguientes, no me acuerdo cómo, porque el dibujo nunca llegó a mis manos después, supe que me había sacado un 7, y más aún, lo encontré en una pequeña exposición en la biblioteca, donde varios compañeros lo veían y lo encontraban lindo, yo estaba ¡plop!.
Otra situación similar la viví en la U, cuando el profe de Filosofía nos dijo que teníamos que leer un libro y hacer un informe escrito y, después hablar del mismo con él. Dentro de la lista estaba El Principito, libro que yo escogí, no me acuerdo por qué. A lo mejor fue porque ya lo había leído o porque era uno de los más cortos dentro de la lista.
La cuestión es que a los pocos días debía entregar el informe escrito, fui a los laboratorios de computación de la U para escribirlo. Teniendo una idea vaga en mi cabeza, empecé a escribir y escribir, lo revisé un poco para ver si la redacción no estaba tan mal, y lo imprimí de nuevo sin sentir ninguna clase de presión u obligación. Entregué el informe y después venía la conversa con el profe. Lo saludé y él me preguntó qué libro había leído, yo le dije El Principito, él dijo, “otra más, a ver” y empecé a decirle qué opinión tenía del libro, que es lo que había sacado de él, en fin. Al final él me dijo, (con acento español) que lo que yo expuse, era lo que quería escuchar respecto al texto, nuevamente me quedé ¡plop!.
Me saqué un siete en ambos informes, eximiéndome de un tedioso examen.
Ahora, que ya dejé de asistir a clases, pero que igual sigo siendo estudiante universitaria, en proceso de titulación, he tomado varios de mis apuntes, capítulos de libros que tenía que leer para pruebas y exámenes, y creo que siempre pasa que cuando no hay una presión de por medio los contenidos de las materias se aprecian más pues no hay una obligación asociada, sino un interés individual de querer saber más.

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